¡Ven a mí!
que quiero ser tu droga más perversa,
tentando oscuros tus pensamientos,
pervirtiéndote con mi lengua lasciva
recorriendo tu cuerpo de norte a sur,
para hacerte sentir el vértigo
desbocado entre tus sueños.
¡Ven a mí!
que quiero que poses el ardor de tus palabras,
entre el rojo fuego de mis labios,
para beber de la espuma carnal de mi deseo.
¡Ven a mí!
que quiero que conduzcas tus manos,
estrellándolas por el sendero de mi cuerpo,
para hacer chirriar el delirio en mi piel
¡Ven a mí!
que quiero sentir la aeronave de tu boca,
aterrizando entre las montañas de mis pechos,
que claman deseosos implorando tus labios,
gritando erectas entre rejas mis perlas de gozo.
¡Ven a mí!
que quiero que abras mis piernas,
para posarte en el centro de mi valle,
y galoparme feroz como salvaje en celo,
hasta desembocar en las mareas
de mi océano desbordado.
¡Ven a mí!
que quiero que me penetres hondo,
y arranques de mi garganta el último gemido,
hasta ser óxido licuado en la pradera de mi boca.